Sobre los movimientos ecologistas

En septiembre
de 2000 fui invitada como funcionaria a una mesa redonda sobre el tema del
título en los cursos de verano de la Universidad Complutense en El
Escorial, junto a ilustres dirigentes de movimientos ecologistas. A
continuación se reproduce el texto de mi intervención basada en el libro «Políticas
ecológicas en la edad del riesgo» de Ulrich Beck (1988), profesor de Sociología
de la Universidad de Múnich, fallecido en 2015. En el texto que sigue se
tomaron, entresacaron y combinaron libremente las ideas del citado libro,
siendo la autora la única responsable de la refundición. La
intervención fue muy criticada y el texto de la misma no se imprimió en
las publicaciones del seminario.



Es fácil
descubrir la contradicción del movimiento ecologista: actúan en nombre de una
naturaleza que ya no existe; el medio al que hacen referencia no es el medio
real; la mayor parte de las veces no es más que un medio imaginado. Pero dicho
medio imaginado es el modelo que proponen, el modelo de la «sociedad ecológica»
que pretenden construir.

Se trata, una
vez más, de la «atracción del pasado», cuyo poder de sugestión radica
precisamente en el hecho de ser pasado, sobre el que asentar el contrapoder de
la liberación. Ello nos lleva a dos notas complementarias: ¿la protesta se
lleva a cabo cuando se ve en peligro el medio ambiente o cuando se ve en
peligro el propio mundo construido? Los líderes de la protesta oscilan entre el
liderazgo carismático y el contrapoder de la antiburocracia o desburocracia.

Estas notas
enlazan con las sorprendentes alianzas observadas entre movimientos
conservacionistas y docentes de mentalidad reaccionaria; tienen en común
el refuerzo y la disputa de encaramarse en liderazgos carismáticos (o
posiciones dominantes de autoafirmación y sectarismo y
adoctrinamiento). Es la clásica y paradójica alianza entre pregoneros de
nuevas ideologías ─que les conviene a su orden caduco; es decir, muy
viejas ideas─, e infractores de normas sociales que comienzan a perder
vigencia.

La pretensión
de estos grupos puede formularse de forma clásica: primero la toma de
conciencia, luego la acción. Es decir, un planteamiento marxista
descontextualizado; o sea, pasado. La realidad avanza por otro camino: no es
primero la toma de conciencia y luego la acción, sino al revés. La realidad
parte de que tanto las tecnologías destructoras o contaminantes del medio
ambiente como los restauradores o descontaminadores pertenecen a las empresas
productivas.

Frente a
ello, la dinámica de la protesta ecológica desemboca en «tecnocracia ecológica»,
es decir, en burocracia ecológica. Este es el camino de la protesta: su éxito o
coronación es institucionalizarse, burocratizarse. Y ese mismo punto es el
camino de su declinación: el de las organizaciones ecologistas reconvertidas en
administracionzuelas o en remedos de partidos políticos.