Una buena noticia: ¡al fin reaparecieron los regadíos en las agendas políticas!

Efectivamente, los regadíos, que se habían echado en falta (por ejemplo) en las últimas declaraciones de la Vicepresidente Cuarta y ministra de Transición Ecológica del Gobierno de España, al fin han aparecido.

No se podían ocultar por más tiempo los 3,8 millones de hectáreas en nuestro país que tiñen de verde nuestra geografía. Ni los 15 000 hectómetros cúbicos al año que representan cerca del 80% de los aprovechamientos económicos del agua en nuestro país.



El reencuentro de los riegos ha acontecido en la tribuna del Congreso de los Diputados durante la Moción de Censura al Gobierno sostenida por Santiago Abascal. El líder de Vox, sin complejos, ha dado una solución ecológica para España.

Ha comenzado indicando ─con visos de intriga─ que ofrecía una solución ecológica para nuestro territorio como sumidero del CO2. España posee un 50% de su territorio en riesgo de desertificación, superficie que corresponde a la España vacía(da), que es la España sedienta. Como resulta que en España hay agua para todos y se puede llevar el agua a cualquier rincón de España, se debe llevar el agua a quien la necesite. Se trataría de aprovechar 10 000 hectómetros cúbicos adicionales.

Con ello se podrían poner en riego dos millones y medio de hectáreas (2,5 Mha) por medio de la Interconexión de todas las cuencas, con lo que ─además del sumidero de CO2─ la España verde se convertiría en el milagro ecológico de Europa. También se crearían 5 millones de empleos.

¿Por qué Fenacore (Federación Nacional de Comunidades de Regantes) no se ha pronunciado rápida y elogiosamente por este grandioso plan? ¿Por qué oscura razón, las asociaciones profesionales agrarias no han movilizado sus tractores por carreteras y ciudades dando albricias a la buena nueva, del mismo modo que hicieron los automovilistas con banderas y cláxones por las calles de Madrid el pasado 12 de octubre, día de la fiesta nacional?

Amigo lector: la conclusión no puede ser más negativa: este país no se merece que se le propongan ideas grandiosas desde que rechazó el Plan Hidrológico Nacional de 1993 que también propugnaba la interconexión de todas las cuencas. Estamos condenados a tejer y destejer ideas como unas impenitentes penélopes.