Preparando un «trasvase de socorro» (o varios)

La expresión «riegos de socorro» aparece recurrentemente en las justificaciones de los trasvases que, antes del memorándum, se aprobaban por Consejo de Ministros cuando Entrepeñas y Buendía se encontraban en nivel 3. También, aunque en menor medida, ha sido empleada la expresión para justificar los recursos excepcionales que se están movilizando en los últimos años a favor de los regantes del trasvase.

En los últimos días, el concepto de «riegos de socorro» está apareciendo nuevamente en prensa, principalmente en «La Opinión de Murcia», en noticias como «40.000 hectáreas pendientes del riego de socorro», «Fecoam calcula que la Región perdería 420 millones si no llega el riego de socorro» o «“Hay días que no voy a la tierra porque veo caer los cítricos y no puedo hacer nada”». En estas noticias se incide en especial en la situación del Campo de Cartagena, principal zona regable del trasvase, cuyos pozos han tenido que ser clausurados ante el daño causado al Mar Menor por su explotación insostenible.

Una vez más, los regantes aparecen como víctimas de una serie de fatalidades ─falta de lluvias, situación del Mar Menor, incomprensión de Castilla-La Mancha, etc.─, a los que es preciso socorrer. Esta ayuda, además de la movilización de recursos extraordinarios, ha llegado acompañada de prebendas económicas. Es previsible que las soluciones de emergencia continúen y, en breve, se anuncien más medidas extraordinarias. Pero estos recursos extraordinarios se están agotando: ya están en marcha los pozos de sequía, se está aprovechando la capacidad de generar agua desalada ─con su subvención incorporada─, e incluso se ha tomado agua prestada de la cuenca del Segura (¡para atender usos del Segura!) que tendrá ser devuelta, previsiblemente, con agua desalada de Torrevieja el próximo año, con una subvención verbalmente comprometida. En este escenario, no es de extrañar que se planteen, posiblemente argumentando la emergencia ambiental del Mar Menor, trasvases de emergencia desde el Tajo, ya sea mediante Real Decreto que autorice el trasvase extraordinario, la modificación del RD 773/2014 o incluso un Real Decreto Ley que introduzca cambios mayores y permanentes.

Más allá de lo preocupante que pueda ser la situación para los regantes, se ha de advertir que no se trata de una situación esporádica, excepcional o sobrevenida, sino que es recurrente en el tiempo. Se argumenta que la cuenca del Segura tiene un «déficit estructural», pero sólo para pedir más trasvases, no para adaptar la gestión del Agua. Gestión que se ha de realizar teniendo en cuenta la variabilidad de las aportaciones, adoptándose un modelo de gestión que sea adaptable a estas variaciones. Sin embargo, en el Segura se han desarrollado las demandas pensando únicamente en los tiempos vacas gordas, entrando en modo lloriqueo en las épocas de vacas flacas. De esta forma, en tiempos de abundancia se «siembran hasta las terrazas», hay exceso de producción, caen los precios y hay quejas de falta de rentabilidad; y en tiempos de escasez se aumenta la presión para conseguir recursos y compensaciones.

En definitiva, la situación actual es la consecuencia de una mala planificación y gestión. Pero puesto que esto nunca se quiere reconocer, se continuarán adoptando «medidas excepcionales», maquillajes para el corto plazo que agravan el problema. Por ejemplo, una de estas medidas excepcionales tomadas en el pasado es la extracción de agua del acuífero del Campo de Cartagena y su tratamiento en plantas desalobradoras debido al fracaso del Trasvase Tajo-Segura, y su funcionamiento ha destrozado el Mar Menor. O, ¿qué ocurrirá con la explotación continuada de los pozos de sequía? La solución no está en desentenderse del problema, como en la cabecera del Tajo, sino en realizar una gestión sostenible de los recursos. Un «trasvase de socorro» puede que calme temporalmente a los regantes, pero no soluciona el problema; también fastidiaría más la cabecera del Tajo, pero esto no preocupa.

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