Paranoia hídrica en el Campo de Cartagena

«Solo hay agua para la mitad de la producción» (La Verdad, 8/6/2018). Este titular, que recoge unas declaraciones del presidente de la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena, es un reflejo del problema del agua en el Campo de Cartagena. Aunque podríamos preguntarnos, ¿falta agua o sobra producción? La noticia aparece pocos días después de que el BOE anunciara la «información pública del Proyecto Informativo y Estudio de Impacto Ambiental sobre el “Análisis de soluciones para el objetivo del vertido cero al Mar Menor proveniente del Campo de Cartagena”» (BOE, 5/6/2018). Un proyecto informativo que plantea un diagnóstico para intentar arreglar el desastre ambiental en el que se ha convertido el Mar Menor, destacando el regadío como principal presión, con un crecimiento descontrolado y esperpéntico.

El Apéndice 1 del estudio ofrece un diagnóstico de la situación. Se intuye la dificultad que han tenido los autores para encontrar datos, sorprendiendo las escasas referencias a datos recientes de la Confederación Hidrográfica del Segura, cuyas causas desconocemos.

A continuación se reproducen un par de figuras, que han aparecido también en medios de comunicación ocasionando cierto revuelo, en el que se comparan los usos del suelo al inicio de las llegadas del agua del trasvase Tajo-Segura (1980-1990), y la existente en la década 2000-2009:

De esta comparativa se puede deducir que el trasvase Tajo-Segura ha tenido un gran impacto en la transformación del suelo en el Campo de Cartagena. El crecimiento de la superficie de regadío pasa del 13% en 1980-1990 al 50% en 2000-2009. Pero en el estudio, dentro de los planos, se incluye una comparativa con datos del SIGPAC entre 2007 y 2017, que se reproduce a continuación, en la que se aprecia como la ya grande superficie de regadío en 2007 se densifica más en 2017. Parece que no es tanto que se amplíen los polígonos de los regadíos, sino que se aumenta la transformación en regadío dentro de los polígonos.

Llevamos décadas torturados con el problema del agua en Murcia. Se buscan soluciones para mantener el regadío con la premisa de que su superficie y necesidades no aumenten. Sin embargo, la realidad es que se está expandiendo. 

El trasvase Tajo-Segura, lejos de solucionar el problema del desequilibrio hídrico, lo que ha hecho ha sido aumentarlo. A pesar de las trampas realizadas desde la Administración (falsaria definición de excedentes, censuras de la planificación del Tajo, ignorar la situación de la cuenca cedente, etc.) apenas se ha logrado trasvasar de media algo más de la mitad de lo establecido en la primera fase, el regadío sigue creciendo, la demanda de agua del regadío aumenta y el déficit estructural se incrementa. Se requieren más recursos … Se tiene una espiral de insostenibilidad.

En éstas, llega el lloriqueo pedigüeño del presidente de la Comunidad de Regantes del Campo de Cartagena, en el que se queja que apenas tienen agua para la mitad de la producción y exige más agua desalada y subvencionada y más trasvase desde el Tajo. Posiblemente si tuvieran disponibilidad del doble de agua, también harían la misma queja, que sólo les da para la mitad, pues pretenderían producir el doble (múltiples cosechas en un año, intensificación del cultivo, …, plantar en las terrazas). De hecho, esta queja se repite año tras año, ya sean abundantes o secos. Si no es por A es por B, el caso es pedir. El objetivo es «salvar la temporada», no realizar una buena gestión. Además, también se quejan por el exceso de producción, que no pueden colocar en el mercado.

Volviendo al estudio del análisis de soluciones para el Mar Menor, a la fuerte presión del incremento del regadío se suma otra más preocupante: la constatación del todo vale para sacar ganancia, ignorando el medio ambiente, con la inacción o consentimiento de las administraciones. Las salvajadas realizadas al acuífero del Campo de Cartagena son impropias de un país civilizado. Una densidad de más de 1,2 pozos por km² realizados por iniciativa de los propietarios, sin control y al albur. Como consecuencia, abundan los pozos que toman agua de los distintos acuíferos ubicados a distintas profundidades (Cuaternario, Plioceno y Andaluciense) sin sellar los tramos, facilitando la interconexión entre los distintos acuíferos y transmitiendo la contaminación.

El caso de las desalobradoras es significativo, pues perforan los pozos, construyen las plantas y evacúan la salmuera fuera de sus fincas, pretendiendo y exigiendo que sea el Estado el que asuma el coste de transportar y tratar esa salmuera. Han estado usando durante años el agua del acuífero con escaso control, sacando beneficios, pero no se preocuparon por los problemas que estaban causando. La condena de los salmueroductos se hizo una vez producido el desastre, al amparo de la Guardia Civil, tras varios intentos en los que ante la presencia pacífica de los regantes se retiraban los equipos encargados de las tareas. También tuvo su repercusión en abril de 2017 con una manifestación, también pacífica, en la que colapsaron la ciudad de Murcia durante dos días con sus tractores (véase La «manifestación pacífica» del regadío murciano). Todo un modelo de comportamiento cívico y responsable.

Otro elemento donde se nota la presión es en el estado del acuífero (o los acuíferos). Las concentraciones de nitratos son muy elevadas, varias veces por encima del máximo permitido. Como se comenta anteriormente, es extraño que no se utilicen valores de la Confederación Hidrográfica del Segura más recientes, si bien hay que reconocer que los datos e informes que dan en su página web parecen especialmente diseñados para no dar información clara, en especial sobre el Campo de Cartagena. La situación del acuífero es muy delicada, que obligaría por sí misma a tomar decisiones aun más drásticas que las adoptadas con el Mar Menor. Medidas que pasan por una reducción significativa de la presión (regadío). En el estudio se refleja la poca efectividad de la medida estrella para luchar contra la contaminación del acuífero por nitratos: las buenas prácticas agrarias. Ante la disyuntiva de echar menos fertilizante siendo más ecológico, o ser generosos con el abono ganando producción, parece claro que la mayoría de los productores se decantarán de palabra por la primera opción, pero en la práctica harán la segunda.

En resumen, por una parte se constata la necesidad de adoptar medidas fuertes para controlar tanto la presión sobre la extracción del agua como la de los retornos de riego del Campo de Cartagena sobre el entorno y se plantea un análisis de soluciones para mejorar le estado del Mar Menor, con un alto presupuesto a costa del Estado. Por otra, los regantes quieren más agua, barata y subvencionada para poder seguir con la actividad que está causando el gran impacto, con la Administración preocupada en buscar alternativas y ver la forma de que tengan más agua, tanto por el incremento de la sobreexplotación del recurso (pozos de sequía, trasvase Tajo-Segura) como con la puesta en producción del máximo posible de agua desalada, muy subvencionada.

¿Habrá valor para plantear soluciones reales, que pasan por la reducción del regadío en el Campo de Cartagena, o se continuará con la política de ceder ante el lobby fomentando el uso del agua para el regadío a costa del medio ambiente y de nuestro bolsillo, mientras se plantean costosas medidas ambientales con dudas sobre su efectividad?

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