El mundo del agua en los diarios de Azaña (segunda parte)

Continuación de la entrada «El mundo del agua en los diarios de Azaña (primera parte)». Los textos sombreados y con letra cursiva corresponden a fragmentos de los Diarios de Manuel Azaña. Los comentarios e intercalaciones por nuestra parte se presentan sin sombreado ni cursiva.

30 de noviembre de 1932.

Voy al salón de sesiones, donde está Prieto pronunciando un discurso sobre la totalidad del presupuesto de Obras Públicas. Hace casi dos horas. Prieto es muy lento en el desarrollo del discurso, aunque dice muchas palabras por minuto, porque se preocupa de ser correcto, y de hablar por muy «rodeada manera», como dice Cervantes, y de acabar bien los párrafos, y su dominio del idioma es corto y no tiene vocabulario, ni, mucho menos, un vocabulario preciso. Emplea el vocabulario de los periódicos. Y cuando quiere ser elegante dice «al socaire», empleándolo casi siempre mal. Prieto está muy entusiasmado con las obras de riego, pero dice Ramos (subsecretario de la presidencia) que el plan de obras que va en el presupuesto está sin estudiar. Le han aplaudido casi todos los diputados, sin exceptuar a los radicales.

Las «obras de riego» para el presupuesto de 1933 parecen un avance del Plan Nacional de Obras Hidráulicas que se presentaría dicho año. Tanto el Plan Gasset de 1902, como el Plan Prieto de 1933 y hasta el Plan Borrell de 1992, concluían en un listado de obras con valoraciones económicas «en primera aproximación» como mucho. Una cosa es un plan, cuyas actuaciones se valoran de forma estimada y, otra cosa, su desarrollo posterior en programas y proyectos. En la presentación del Plan Borrell de 1993, la diputada Loyola del Palacio pedía que las actuaciones estuvieran detalladas y valoradas a nivel de proyecto, lo que demostraba su escasa cultura planificadora. Por otra parte, la prioridad de las actuaciones y su inclusión en los presupuestos de cada año pertenece a la esfera política, no a la de planificación. También se puede recordar que en la dirección general de Obras Hidráulicas, hasta 1991 se confundía la planificación hidrológica con la programación de obras y la tramitación de los documentos contables.

10 de diciembre.

Por la tarde he ido a Alcalá con el Presidente de la República (Alcalá-Zamora) a inaugurar las obras del manicomio provincial. Lo hacen en Villamalea, el famoso prado donde surten (¿surgen?) las pocas y malas aguas potables de Alcalá, y acerca del cual tantos chistes hacia mi tío Félix. Mucha gente, músicas, gritos, actas firmadas, caja sepultada para que los arqueólogos del porvenir sepan a qué atenerse cuando exploren las ruinas de estas obras. Después vamos a la antigua Universidad, y en su Paraninfo, frío y mal alumbrado, hay una sesión en memoria de Sanchís Banús. Discursos de Solana, Marañón (Gregorio) y Fernando (de los Ríos, ministro de Instrucción Pública). Luego, en el Ayuntamiento, merienda. Es la primera vez que voy a Alcalá oficialmente, desde que soy ministro. Se me han acercado personas que siempre me fueron hostiles, entre otros mi pariente el ex diputado monárquico por el distrito, que se ha dirigido al Presidente de la República en estos términos: «¡Hola, Alcalá!»; y un señor de la localidad, que fue compañero mío en el colegio de segunda enseñanza, y que por disgustos de familia, económicos y políticos, hacía treinta y cuatro años que no me hablaba, se ha llegado a darme la mano y la enhorabuena, muy sonriente.

Todavía quedan restos del «viaje de aguas» de Villamalea, cerca de la carretera de Alcalá a Meco. Drena una de las terrazas del Henares, de pocos metros de potencia. El «viaje» no tiene gran recorrido y dispone de un depósito final en los terrenos de la nueva Universidad, con caseta de ladrillo cubierta. La mala calidad del agua se puede deber a las labores agrícolas del prado y su abonado, o a los rebaños que pastaban. Con los datos de los viajes de la Villa y Corte, puede estimarse una media de unos 20-30 m³ diarios por km de galería. Los pocos km de recorrido (¿2 ó 3?) explican la penuria del abastecimiento de Alcalá. Todavía hacia 1980, en la etapa del ministro Luis Ortiz, hubo que perforar deprisa y corriendo un pozo cerca del nuevo depósito de abastecimiento de la población, ante la sequía que la amenazaba con fuertes restricciones. Algún día habría que hacer una historia (lamentable) del estado de los abastecimientos españoles hasta fechas relativamente recientes.

29 de diciembre.

El mismo día, feroz ejecución de Eduardo Ortega (hermano de don José y feroz revolucionario de izquierdas) por Indalecio Prieto. Ortega es muy torpe, muy terco, se atribuye el papel de repartidor de patentes de republicanismo, y aunque él hizo la carrera política bajo el cacicazgo de su tío Rafael Gasset, y fue diputado cunero por la provincia de Málaga y director general y subsecretario de Abastecimientos durante la guerra (de Marruecos), ahora nadie le parece bastante puro ni bastante republicano. Recoge todos los chismes y cuentos que le llevan y con eso quiere hacer campaña parlamentaria. Ese día se metió con Prieto, sin darse cuenta del riesgo; creyó que todos eran como el bueno de Zulueta (ministro de Estado, es decir de Exteriores), que se acoquina. Prieto le soltó una andanada: que Ortega está a sueldo de los contratistas de obras públicas, y que en representación de ellos ha ido al ministerio a pretender cosas injustas. (Lo que Ortega fue a pretender es que se declarase obligatoria la colegiación de los contratistas, para que nadie pudiera serlos más que los actuales).
Ortega se quedó como si le hubiesen dado un mazazo en el cráneo. Se levantó a hablar, lívido, y se tambaleaba y tartamudeaba, Extrajo del bolsillo una lista de supuestos favorecidos por Prieto, y el ministro le apabulló nuevamente. Ortega se lo tiene merecido.

4 de enero de 1933.

Se acordó admitirle la dimisión al joven señor Sacristán, director general de Obras Hidráulicas y consejero de la Campsa. El día de la votación del presupuesto, y no obstante lo apurado que parecía obtener el quorum, el señor Sacristán no fue al Congreso, y se estuvo en su despacho del ministerio. Los socialistas, a quienes se había hecho venir, como a toda la mayoría, observaron y criticaron la ausencia de Sacristán, que sin pertenecer a los partidos de la mayoría, ni a otro, ocupa, sin embargo, dos cargos de confianza. El Socialista publicó un artículo atacando duramente la conducta de Sacristán; también La Voz se ocupó del asunto. Y en su vista, Sacristán ha reiterado las dimisiones que tenía presentadas a los ministros de Hacienda y Obras Públicas, y que no le habían admitido ni querían admitirle.
Prieto estaba muy incomodado por el artículo del Socialista, porque, en último término, la censura iba contra él. No quería tampoco ayer desprenderse de Sacristán, porque considera que es irremplazable en su puesto, nada menos. Los ministros opinaron lo contrario, sobre todo después de oír la carta confidencial de Sacristán a Prieto, asaz impertinente, y que concuerda con toda la conducta anterior de este joven. Prieto es extremado en sus antipatías y en sus simpatías. Cuando se le atraganta una persona ─por ejemplo, Luis Bello─ ya puede hacer milagros. Y al contrario: si alguien le entra por el ojo derecho, ya no necesita más. Y ese es el caso de Sacristán, apoyado además por Sánchez Román, que tiene sobre Prieto un ascendiente extraordinario. Estos tiquis miquis de personal apasionan a la gente, y sacan a relucir las intimidades del carácter. Yo apenas conozco al señor Sacristán, y creo que he hablado dos veces con él. Salió diputado con los votos de los socialistas, sin serlo, pero inscribiéndose en una candidatura que se denominaba «al servicio del socialismo». El truco es pueril y revela una pedantería no exenta de astucia, que sólo en nuestra desbarajustada organización política, y en la improvisación que presidió en aquellas elecciones del 31, podía pasar.
Hubo dentonces una docena y media de señoritos que desdeñaban de inscribirse en los partidos, porque lo consideraban grosero, bajo o torpe, dada la elevación espiritual de que aquellos presumían; pero eso no les impidió solicitar y disfrutar los votos de los partidos objeto de su desdén. Y en las Cortes no han dicho nada, como no sea alguna tontería que otra.

8 de mayo.

El Presidente (de la República) hace el balance de la colaboración socialista por «cuencas hidrográficas». (esto es muy de don Niceto), En las cuencas del Ebro, del Duero y del Miño, es francamente favorable. En la del Tajo, discutible, dudoso. En la del Guadalquivir, adverso.

Niceto Alcalá-Zamora fue ministro con la Dictadura de Primo de Rivera. Creo que por entonces (¿sería Guadalhorce?) hubo un intento de agrupar/dividir las regiones españolas por cuencas hidrográficas.

6 de junio.

En la sesión inaugural del congreso se discutieron las actas de los delegados, y al llegar a las de Murcia, donde está el foco de la oposición, se produjo un escandalazo tremendo. Cada delegado tiene tantos votos como suman los afiliados que representa. Y se ha probado que los de Murcia traen representaciones falsas, que les confieren miles de votos inexistentes en los censos del partido (radical-socialista). Se ha probado que una persona generosa ha dado miles de pesetas para abonar las cuotas no pagadas por afiliados morosos, que no tenían derecho a representación; etcétera.

El donante dicen que ha sido Gonzalo Figueroa; otros señalan a un señor de Murcia, de cuyo nombre no me acuerdo. De lo que nadie duda es del chanchullo, sea quien fuere el donante.

11 de junio. Domingo.

Para gobernar España en las condiciones actuales, y dada la mediocridad de la clase social que pugna por preponderar en la República, quizás tuviera más ventajas un hombre con cualidades de zorro y que no descollase demasiado. (…) El régimen no se envilecería sólo ni principalmente por la corrupción de una o más personas eminentes, sino por la laxitud moral que, sin cometer delito, desvirtúa los motivos y tuerce la línea de conducta.

6 de julio.

Consejo de ministros, especialmente dedicado a la reforma agraria. Domingo (Marcelino Domingo, ministro de Agricultura) llega con un imponente legajo de documentos y nos hace relación de todos los trabajos en curso para implantar la reforma, y de lo que piensa hacer de aquí a octubre. Dejemos ya atrás todo el farragoso expedienteo, recursos, inventarios, etcétera, en que se han gastado tantos meses. Ahora, concluido todo esto, ¿qué pueden hacer inmediatamente? Lo más inasequible del mundo es pedirle a Domingo precisión y detalles de ninguna cosa. Hasta el castellano que habla se compone de expresiones vagas, generales e inapropiadas. Con emplear a troche y moche el verbo «señalar» y el muy horrendo de «posibilitar», sale del paso. (…) Lo fuerte del caso es que en torno a Domingo trabaja una legión de técnicos; juristas, agrónomos, arquitectos, sociólogos, etcétera, que hasta ahora no han hecho sino escribir y viajar.

Con el dinero disponible (50 millones) creía Domingo que sólo podía asentarse a cuatro mil campesinos, porque a cada uno iban a darle en metálico doce mil pesetas.

─ ¿Para qué tanto? Le pregunto.

Entonces extrajo Domingo una memoria de los agrónomos, describiendo el asentamiento de una familia en un predio de 18 hectáreas, en que todo se le costeaba, desde un par de mulas hasta dos cántaros para el agua…Era tan bonito que no pude contenerme.

─ ¡Esto es una acuarela!─ exclamé.

Discutimos largamente, terciando Fernando (de los Ríos, ministro de Estado, que antes lo había sido de Agricultura), y ya puestos en el disparadero me harté de decirles atrocidades.

─ Dígame usted─le pregunté─: si se da a cada asentado 18 hectáreas de secano y un par de mulas, etcétera, ¿no es eso?

─ Así es.

─ Y las 18 hectáreas las siembra este otoño…

─Exactamente, seis de trigo, seis de cebada, seis de…

─Muy bien; y después que se hayan sembrado, ¿qué hace el cultivador con sus mulas hasta que levante las cosechas?¿Un guiso de patatas?¿Cecina? Porque si no tiene más tierra que labrar durante ocho o nueve meses, ¿para qué el par de mulas?

Domingo no había caído en esto y se disponía a comprar ¡cuatro mil pares de mulas! habiendo en España tantos yunteros que no saben qué hacer con sus yuntas.

(…) Prieto estaba muy regocijado. No cree en la reforma agraria más que en los terrenos de regadío, y todo lo demás le parece «literatura».

Desolador panorama de cómo se trataba uno de los más graves problemas del país en aquellos tiempos. El texto original, del que se han extraído algunos fragmentos es más largo y, aún, más deprimente. A la vista de ello, no extraña que la República tomase el camino que tomó. Ahora bien y por otra parte: ¿no nos recuerda, en algún modo, la forma de proceder con la planificación hidrológica?

13 de julio.

Antes del Consejo en Palacio ha venido Domingo con los valencianos, para hablar de política local. Los «autonomistas» que capitanea Sigfrido Blasco se conducen como cabileños. En ninguna parte de España la política es tan bárbara e inmoral como en Valencia.

23 de agosto.

Recibo a una gran comisión de «fuerzas vivas» de Sevilla, capitaneada por Martínez Barrio. No falta, claro es, el melodramático alcalde. Vienen a pedir dinero. La manía de grandezas y un errado cálculo de provechos que engendraron la exposición de Sevilla, y la desaforada granujería que presidió en su administración, han sumido Sevilla en la bancarrota, más el acrecimiento de criminalidad que la azota. Quieren ahora estos señores que el Estado vierta más millones para salvar al Ayuntamiento sevillano. Así están incontables ayuntamientos de España, a causa de los despilfarros a que se arrojaban en tiempos de Primo de Rivera. Hemos cambiado buenas palabras.

Se refiere a la exposición de 1929, no a la de 1992. ¿Se podría calificar esta última, también, de «necia aventura»? Decía Napoleón que «aquel que no conoce la historia está condenado a repetirla». Lo sorprendente después del crack de 1929, causado por las burbujas financiero-constructivas, comenzando por los EEUU, nos cogiese otra vez el toro en 2007 por las burbujas financiero-constructivas, comenzando por Lehman Brothers en EEUU. Parece claro que los economistas del establishment no conocen la historia, ni la de su propia materia.

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