Comentarios críticos a la entrada «Nueva ética del agua para un desarrollo sostenible», de Quijotero, de 24 de junio de 2020

¡Bueno!, ¡pero qué cosas nos viene a contar Quijotero o Pijotero a estas alturas! El comienzo de su entrada es apoteósico: jabón de fino tocador a mansalva para los ingenieros de caminos. Bien está que nos recuerde las admirables obras que han hecho en nuestro país o en el extranjero; pero no nos cuenta que, mientras en el siglo XIX, los ingenieros representaban para la sociedad el progreso (solo hay que recordar las novelas de Galdós para identificar el progresista con el ingeniero y el abogado cacique con el reaccionario), después se han enranciado en su mayor parte y sostienen ideologías claramente conservadoras, con escasa sensibilidad social y ambiental. A lo largo del siglo XX fueron perdiendo aquello que proclamaba la Revista de Obras Públicas a finales del XIX: «los ingenieros de caminos, fieles a las tradiciones liberales de nuestro cuerpo, …».

Pero es de justicia aceptar que también existen otros ingenieros de caminos de talante no reaccionario, aunque en menor número: son los progres de salón, leídos, escribidores, versados en estéticas varias (sobre todo de puentes), paseadores de ministras por la geografía española, prontos a salir en auxilio del vencedor cuando las opciones políticas avanzadas ocupan el poder. Pero, también, prestos a cambiar de bando y a exclamar: ¡no es esto, no es esto! Ni de aquellos ni de estos se puede decir que se encuentren al servicio del «oro de Almagro 42», pero sí que hacen flaco favor a la «masa neutra», dedicados en su mayoría a salir adelante «como se pueda», a base de trabajo serio y anónimo. Estos son los verdaderos ingenieros de nuestro tiempo, ni paralíticos ni epilépticos, como recoge Quijotero en la conclusión a su trabajo.

¿Qué decir del resto de la entrada? Pues que es un muestrario de tópicos más o menos al uso (más bien menos, pues parece un texto escrito en el siglo XX). En el museo de los horrores no falta ninguna pieza: comienza por ética del agua y desarrollo sostenible en el título; y continúa sucesivamente por uso eficiente, cuidado ambiental, valores sociales, biodiversidad, nueva cultura, para terminar con la participación pública, nueva ética y, como broche final, el omnipotente liderazgo (naturalmente de los ingenieros de caminos). Solo le falta añadir para actualizar su farragosa verborrea la resiliencia y el mantra de ha venido para quedarse. De ese modo, la colección de talismanes quedaría completa. Mientras tanto, ¿quién tiene una idea de valor que no sean las consabidas de digitalización y metodología BIM? Desde luego, la Revista de Obras Públicas de ahora, está para irse a…

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