Evocación de «El trasvase del Tajo al Segura o un nuevo intento de despojo a Castilla» (Manuel Díaz Marta, 1968)

En 2017 y 2018 se cumplen 50 años de varios hitos de la tramitación del trasvase Tajo-Segura (como ejemplo véase la entrada «En el cincuentenario del “Plan para el trasvase de las aguas del río Tajo al Segura”»). Pero además de las efemérides oficiales, queremos recordar la existencia en ese momento de voces críticas que cuestionaban argumentadamente tan «magno proyecto». Una de estas voces fue la de Manuel Díaz Marta, en esos años en el exilio pero no ajeno a la gestión del agua. Nos permitimos reproducir a continuación íntegramente el artículo que publicó en la revista «Comunidad Ibérica, número 35, julio-Agosto de 1968» (nuestro agradecimiento a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes por recuperar y hacer accesible esta documentación). Además de su valor para entender la historia, varios argumentos continúan reflejando a día de hoy la problemática del Trasvase. Evitando desmerecer el artículo con nuestros comentarios, recomendamos su lectura.

El trasvase del Tajo al Segura o un nuevo intento de despojo a Castilla

 Por Manuel Díaz Marta

El papel de Castilla en el concierto de las nacionalidades españolas ya no se considera el de una región dominadora, que a favor de su posición central impuso su idioma y sus leyes y vivió en cierto modo a costa de la industriosidad de las otras regiones. Cada vez predomina más la opinión, lanzada por don Luis Carretero y desanclada con tenacidad y brillantez por su hijo Anselmo, de que Castilla fue, entre todas las regiones españolas, la primera que vio sacrificadas sus libertades, fueros e instituciones a la política absolutista de los Austrias, y la que desde entonces más ha perdido en posición relativa y personalidad.

Castilla, como mas próxima al poder central, ha sido siempre la región más indefensa ante él. Parecería que los tiempos que corren fueran propicios para una rehabilitación de algunas zonas de Castilla fácilmente comunicadas con la Capital, y que la influencia económica de ésta les sería altamente favorable; pero no ha sido así. Las provincias próximas a Madrid muestran estancamiento económico y las ultimas estadísticas las señalan como las que más han disminuido en población.

Para remediar esta situación nada se ha hecho que sepamos. Por el contrario, presenciamos ahora el intento de despojar a Castilla de una parte de sus escasos recursos naturales. Esto es lo que se pretende hacer con el anunciado proyecto de transvase, mediante el cual se derivaría una parte importante de los caudales del Tajo —hasta mil millones de metros cúbicos anuales— desde la cabecera de este río a la cuenca alta del Segura.

ANTECEDENTES DEL TRANSVASE

La idea del transvase fue expuesta por el ingeniero Lorenzo Pardo cuando era director, durante la República, del Centro de Estudios Hidrográficos, creado por el ministro de Obras Publicas Indalecio Prieto. Proponía, para remediar la escasez de agua del sureste español, desviar un importante caudal de agua del tramo superior del Tajo, conduciéndolo mediante elevaciones, canalizaciones y túneles a través de la Serranía de Cuenca, las llanuras de La Mancha y la Sierra de Albacete, hasta el río Talave, afluente del Segura. La idea parecía brillante y factible, pero era necesario estudiarla bien técnicamente y, sobre todo, examinarla a la luz de todas sus implicaciones económicas y políticas. Por eso y porque Lorenzo Pardo pudo darse cuenta de las debilidades del proyecto, el Plan Nacional de Obras Hidráulicas, del que también fue autor, que daba gran importancia a su aspecto económico, no incluía esta obra entre las de inmediata ejecución, sino que la consideraba como una posibilidad digna de estudio.

Unos años después, en 1937, otro ingeniero ilustre, don Félix de los Ríos, siendo Director de Obras Hidráulicas del Gobierno de la República, propuso otro transvase que también se está considerando ahora. Consistía en derivar un importante caudal del Ebro, ya cerca de Tortosa —donde realmente hay sobrantes de agua— y elevarlo hasta el collado de Montsia, para desde allí llevarlo por canales a regar tierras de Castellón y Valencia. Proponía también la desviación, siempre hacia el sur, de parte de los caudales de cada río de Levante, en compensación de los que llegarían a sus vegas desde el norte. De este modo y reiterando el procedimiento, la desviación inicial del Ebro beneficiaria en último extremo a las sedientas tierras de Murcia y Almería, lo que parecía ser la meta de estos insignes arbitristas.

En los tres decenios transcurridos, las ideas sobre estos transvases han pasado por muchas vicisitudes. También la técnica de los aprovechamientos hidráulicos ha sufrido importantes cambios. En lo que respecta al transvase del Tajo, que es el que ahora nos ocupa, se hizo lo que en todo caso era útil: regular la cabecera del río por medio de los embalses de Entrepeñas y Buendía. Después, la idea del transvase en si fue retomada y abandonada varias veces. Los requerimientos de agua habían cambiado en la cuenca del Tajo. Madrid crecía extraordinariamente a la par que sus demandas de agua. La producción de energía eléctrica resultaba ya importante y los saltos en construcción o en proyecto permitían aumentarla hasta más de mil millones de kilovatios hora, solo con las instalaciones en la corriente principal. Las posibilidades de poner tierras en riego eran también notables. En general, la tendencia de los tiempos hacia el aumento continuo del consumo de agua hace pensar que la cuenca del Tajo no sólo no podrá ceder agua a otras tierras sino que necesitara en un futuro próximo aprovechar todos sus recursos al máximo.

En estas condiciones y cuando ya se desestimaba el proyecto de transvase, se produjo un cambio súbito de la situación, determinado este por la decisión del ministro de Obras Públicas, señor Silva Muñoz, el cual, seducido sin duda por la grandiosidad que tendría esta obra, se entusiasmó por ella y ordenó la preparación a toda prisa del anteproyecto. No creo que Lorenzo Pardo, si hubiera vivido en esta época, apoyara su propia idea como lo hace el señor Silva. Seguramente pensaría que la escasez de agua en las vegas del Segura se puede remediar hoy con la utilización de las aguas subterráneas, porque es posible, con los últimos adelantos de esta técnica, explotarlas con tanta o más facilidad que las de superficie. Además, habría pensado también en desalinizar el agua del mar, operación todavía costosa pero que tiende rápidamente a hacerse más fácil y barata, y que compite ya, con ventaja, con las conducciones de agua largas y complicadas.

OPOSICIÓN AL PROYECTO

El ministro de Obras Publicas debe intuir que la obra que él está propulsando tiene muy graves inconvenientes, y sus colaboradores técnicos mas que intuirlos los conocen. Los primeros anuncios del propósito de transvasar las aguas —discurso del ministro en Murcia, 1967, y noticias aisladas en los primeros meses del mismo año— despertaron recelo y malestar en muchos lugares. Se palpaba en el ambiente una serie de reacciones contrarias. Había que atacarlas en flor y sobre todo convencer a los quejosos; y que éstos no tuvieran contacto con personas que pudieran asesorarlos técnicamente. La sujeción de los ingenieros a la autoridad del ministro facilitaba la tarea y la prensa de Madrid contribuía a mantener el silencio. No obstante, las nuevas de algunas protestas se filtraban entre las mallas de la censura. El alcalde de Talavera, en una sesión solemne del Ayuntamiento ante la Virgen del Prado, patrona de la ciudad, prometió oponerse al transvase y la noticia se deslizó, no en la prensa de Madrid, pero si en La Vanguardia de Barcelona. En Toledo, ante el malestar patente de sus fuerzas vivas, incluso de los sindicatos oficiales, el ministro hizo un viaje y les explico, a su modo, que se trataba de una obra grandiosa ante la cual era antipatriótico oponerse. Les propuso, como compensación de posibles perjuicios, la depuración de las aguas residuales de Madrid y la construcción de algunas obras de riego bastante atractivas, dando por sentado que la aceptación en principio de la oferta implicaba la del transvase, y pidiendo, o más bien exigiendo, una pronta resolución.

Durante todo este proceso se tomaron extraordinarias precauciones para que las características del proyecto no trascendieran a los interesados. Así estos no podrían preparar su defensa. Tampoco les fue posible expresar sus reservas y objeciones a la prensa. La de Madrid, muy controlada por el gobierno, les ha estado completamente cerrada y como consecuencia de esta falta de información, la opinión en Madrid y en toda España se ha mantenido indiferente a este importante problema.

Tras del periodo de sigilo, apareció en la prensa, a primeros de febrero, el anuncio de que el anteproyecto de transvase se sometía a Información Publica. El anuncio se hacía en grandes titulares y con una avalancha de literatura publicitaria que nada tiene que ver con la exposición serena de un proyecto. El plazo para presentar reclamaciones era solo de un mes, increíblemente corto en un proyecto de esa clase.

Aún con estas precauciones, las protestas se han dejado sentir. En Toledo se considera el transvase como un acontecimiento desgraciado, ante el cual están indefensos, aunque la prensa silencie estas opiniones. Para «convencer» a los toledanos, fueron a la ciudad dos ingenieros autores del proyecto, los señores Martín Mendiluce y Pliego, dispuestos a contestar preguntas. El «Coloquio» se celebró el día 6 de abril, con gran lleno, y los aplausos fueron para los que se opusieron al proyecto. El gobernador, dolido de la elocuencia y el éxito de uno de los oradores, le espeto que «las cifras que había citado eran las dadas por el ingeniero señor Díaz-Marta, el cual, por permanecer en el exilio donde nada se olvida y nada se aprende, poseía una visión deformada de la situación». También dijo que el autor de estas líneas «ignoraba las peticiones formuladas por el Consejo Económico Sindical de Toledo y aceptadas por Obras Publicas». Esto hace pensar que el gobernador debe ser muy simple al creer que el problema geográfico planteado por un proyecto de esta naturaleza, se zanja con la simple formulación y aceptación de unas peticiones. Demuestra que desde su cargo se aprende todavía menos que desde el exilio.

OPINIONES TÉCNICAS

Muchos técnicos españoles creen que el proyecto de transvase no ha sido planteado desde el punto de vista de la economía general, y que tampoco se han estudiado debidamente las soluciones alternativas para aumentar la dotación de agua de Levante. Opinan estos técnicos que el anuncio del proyecto en tales condiciones es una medida precipitada. También hay bastantes que lo califican lisa y llanamente como un disparate. Pero, por unas causas u otras, ninguno puede expresar sus opiniones libremente.

El Economista del 6 de abril advierte que «en estos momentos en que España se debate en una dura crisis por culpa de nuestros triunfalismos. conviene que alguno de un grito de atención». Cita, como ejemplo de lo que puede ser el coste real del transvase, que una elevación de agua de mucha menos entidad pero de altura comparable, que se acaba de realizar para el abastecimiento de Madrid, ha costado cuatro veces lo que se presupuestó; y reclama, por último, que en la Información Publica, «todos los que deben hablar digan lo que sepan sobre estas cuestiones».

Las opiniones técnicas que prevalecen en el mundo son hoy contrarias a los proyectos de la clase del que nos ocupa. Se considera que la solución de estos problemas debe estudiarse a la luz de todos los recursos de la técnica —lo que evidentemente no se ha hecho— y se tiene muy en cuenta no producir alteraciones al equilibrio ecológico natural, sobre todo si son de tal magnitud que no se pueden prever las consecuencias. El ministro y sus consejeros, aparte de que no gustan oír objeciones técnicas a su idea en el interior, también parece que temen a la opinión técnica internacional, porque hasta ahora, a pesar de los numerosos congresos a que asisten los técnicos españoles y las visitas de consejeros internacionales al país, se han dado trazas para ocultar este magno proyecto a sus miradas críticas.

Todo parece indicar que los propulsores del proyecto tienen prisa en iniciarlo —salvando a la carrera todos los trámites y estudios preparatorios— y en comprometer los recursos nacionales en esta obra, de manera que se convierta en un «hecho consumado», antes de que los progresos de la desalinización sean aún más evidentes para todo el mundo que los son hoy: y antes también de que se exploten los yacimientos subterráneos de La Mancha y de la cuenca del Segura.

REGIONES INDEFENSAS

Con promesas de obras de compensación unas veces, y con presiones directas e indirectas las más, se pretende que las regiones de Castilla la Nueva y Extremadura afectadas por el transvase cedan sus derechos a un volumen de agua de mil millones de metros cúbicos anuales. Aceptar esto sería tanto como renunciar a sus recursos naturales, que son su verdadero patrimonio, a cambio de obras que si son útiles y económicas deben hacerse de todos modos, y si no, en ningún caso deben construirse. Algo así como vender la primogenitura por un plato de lentejas.

Una vez más en la historia, se alega que la cesión de Castilla (también de parte de Extremadura en este caso) seria en beneficio de España en su conjunto. Y se alega sin fundamento. La región murciana que en apariencia —y solo en apariencia— resultaría beneficiada, puede sacar mayor ventaja con la que le ofrecen los progresos técnicos para obtención de agua del subsuelo o del mar; ¡y sin perjudicar a ninguna otra región! Tarde o temprano, no solo Murcia sino las otras regiones litorales escasas de agua se servirán de la del mar para suplir sus necesidades; mientras que para las regiones del interior, por desgracia, no se entrevén otros recursos hidráulicos que los procedentes de la atmósfera que corren por sus ríos o se infiltran en el terreno.

Por eso, salvo casos excepcionales de exceso de agua —y el Tajo no es uno de ellos— sería un error alterar las condiciones naturales transvasando agua del centro a la periferia.

Hasta ahora, como hemos visto, la protesta ha corrido a cargo de algunas ciudades del Tajo. Quizás Toledo ha sido la más firme. Pero esa protesta está a punto de ser ahogada por las presiones oficiales.

Si la región perjudicada fuera una de las del litoral, en la zona de influencia de Barcelona, Valencia o Bilbao por ejemplo, un despojo de esta naturaleza nunca podría consumarse, porque despertaría la oposición en masa de esas grandes poblaciones. Pero una de las regiones afectadas es Castilla, a la que el poder central, desde la derrota de los comuneros en Villalar, está acostumbrado a someter; y la capital es Madrid, donde el gobierno ejerce principalmente su influencia y puede evitar que su pueblo se entere de este problema, a pesar de que afecta físicamente a su región y económicamente a toda España.

Hay que hacer todo lo posible para que no se consume esta amenaza de despojo, del que no se puede encontrar otra explicación que el deseo de exhibir una obra asombrosa para distraer a la opinión de los problemas políticos que la inquietan. Lo primero que hay que conseguir es que el pueblo de Madrid este bien informado de lo que se planea, para que así se interese por estos problemas de su región, que también le afectan directamente, y se una a las ciudades, villas y aldeas de la cuenca del Tajo. Y si esto no basta, esa región de Castilla tendrá que pedir ayuda —aunque parezca paradójico —a Cataluña, a Valencia, a Andalucía y a toda España.

(Artículo publicado en la revista «Comunidad ibérica : publicación bimestral. Año VI, núm. 35, julio-agosto 1968», accesible a través de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes ─www.cervantesvirtual.com─)

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