El dilema de Laura Valle (Cuento breve)

Hacia el año 1990, Laura Valle era una joven agraciada. Inteligente y brillante, abierta y sensible, con gran hondura espiritual. De buena familia, bien pensants, era la menor de varias hermanas; su abuelo había sido Rector de la Universidad de Granada desde finales de 1936.

De profunda formación religiosa, un día Laura anunció a su familia la decisión de entrar en una orden religiosa, la de los Milicianos de Dios, de reconocida línea conservadora. Su familia se opuso con gran disgusto, pero Laura movilizó amistades que lograron convencer a sus padres para que la dejaran seguir su fuerte vocación. Pero antes de profesar le exigieron que concluyera sus estudios de licenciatura pedagógica, estudios que Laura finalizó rápida y brillantemente. Posteriormente, como luego se verá, estos estudios le servirían para reconducir su vida.

Su carrera dentro de los Milicianos fue rápida y ascendente, trasladándose a Roma, escalando puestos dentro de la Orden por su valía y dedicación. Llegó a pronunciar ante el Sumo Pontífice un discurso en representación de las mujeres católicas en una celebración ante cientos de miles de fieles. Laura, con un elegante traje blanco de chaqueta, estuvo impresionante en presencia y elocuencia.

Hacia 1997 comenzaron a aparecer revelaciones y denuncias sobre el fundador de la orden, Marcelo Porcel. Fundadas acusaciones de pederastia, enriquecimiento ilícito e hijos habidos. Algunos amigos y familiares le hablaron a Laura sobre estas acusaciones. Laura se negó cerradamente no solo a creer lo que consideraba calumnias, sino tan solo a leer ningún texto sobre la cuestión. Opuso a tales acusaciones su acendrada fe en Dios, la Orden y su fundador. Laura estaba bien instalada, ocupando una elevada posición dentro de la Orden y llevaba una vida que declaraba feliz, con reconocidas labores en las universidades de la Orden y otros centros pedagógicos y culturales.

Pero a partir de 2008, las altas autoridades de la Iglesia reconocieron públicamente las graves faltas de Marcelo, le cesaron e intervinieron la Orden. No conocemos la trayectoria espiritual de Laura durante estos tenebrosos tiempos espirituales; solo sabemos que, finalmente, Laura abandonó la Orden. Como mujer de hondas convicciones religiosas y sociales, limpia de espíritu, su «noche del alma» debió ser angustiosa. Después de un tiempo de silencio, Laura recompuso su vida con el soporte de los estudios realizados antes de profesar y profundizados durante sus años en la Orden alcanzando la licenciatura en Ciencias Económicas y Empresariales entre otras titulaciones.

Podríamos plantear crudamente el «dilema de Laura Valle» como el debate íntimo entre, por una parte, desligarse totalmente de su organización y sus gentes, aun a riesgo de romper relaciones con personas «limpias de corazón» o, por otra parte, permanecer de alguna manera en su esfera, alejándose de lo desagradable y reteniendo lo que considera positivo. En la actualidad, Laura ocupa puestos importantes en una Universidad de la Orden, que sorprendentemente no ha sido disuelta, pues las «irregularidades» se han circunscrito exclusivamente a su fundador, protegiendo la poderosa organización y su cúpula, reduciendo de esa manera el escándalo que podía haber llegado a elevados escalones de autoridades eclesiásticas.

Lo que ahora nos interesa es otra cuestión: ¿cómo, después de un tan grande desengaño, Laura decide volver a las proximidades de la Orden, aunque por fuera de ella? ¿Cómo habrá sido su trayectoria espiritual para tomar esta segunda arriesgada decisión? ¿Cuál habrá sido, en suma, la razón de la resolución de lo que se podría llamar «el dilema de Laura Valle»?

Porque Laura ha cosechado nuevas satisfacciones en sus nuevos puestos, dedicada a proyectos educativos, siendo calificada de «trabajadora infatigable, con ilusión y capacidad en el desarrollo de proyectos educativos» como demostración de su calidad profesional y humana. ¿Qué sucedió para volver a las proximidades de lo que queda de la Orden, después de tan tremenda decepción? Fuera de ese entorno, ¿hacía mucho frío? Fuera de la Iglesia y sus organizaciones, ¿no hay salvación para el creyente? ¿Acaso hay que mirar para otro lado obviando los pecados de los propios dirigentes limtándolos a culpas individuales para salvar la organización? ¿Predominó acaso la conservación del status profesional y social?

Quizá otra solución al dilema lo podemos encontrar en otro tipo de religión humana. Arthur Koestler, nos podría servir de ayuda. Su célebre obra «El cero y el infinito», es el nombre desafortunado de la edición española del original inglés «Darkness at Noon» de 1940 (Oscuridad al mediodia). En dicha obra se relatan las purgas llevadas a cabo en los procesos de Moscu de los años 30. El protagonista, Rubashov, bolchevique de primera hora, acaba auto-inculpándose (lo que le llevaría inexorablemente a la ejecución) con el razonamiento de que de esa forma salvaría la revolución comunista, que para él constituye la más profunda convicción y la razón de su vida. Fuera del partido hace mucho frío, se ha llegado a exclamar como justificación de situaciones con alguna similitud. ¿Se trataría de otra forma de resolver el dilema de Laura?

El tema de este dilema ha sido tratado a través de la historia. En la Edad Moderna, con la Reforma Protestante surgió (o se agudizó) el conflicto teológico entre el libre albedrío y la gracia. Después de la II Guerra Mundial, Sartre y Camus sostuvieron un largo combate dialéctico sobre la libertad (individual y/o colectiva) con el debate entre la rebeldía y la revolución y sus violencias inevitables. Pero dejando el apasionante tema, nos limitaremos ahora a volver a nuestro tiempo y país.

Porque tenemos a la vista otra forma del dilema de Laura. Los beati possidentes de nuestra sociedad se debaten por seguir votando y apoyando a un determinado partido político a pesar de los numerosos casos de corrupción económica (y consecuentemente social y política) que están saliendo a la luz pública. Los argumentos con los que se intentan convencer las personas «de bien» son variados. El argumento que se expone con mayor frecuencia es que los otros también son corruptos (el infierno son los otros), como si esa afirmación (no exenta de verdad relativa) fuese suficiente; de esta manera, las culpas individuales (o de un determinado colectivo) se justifican por las supuestas (o reales) culpas de los demás.

Otro argumento resulta aún más sorprendente: «cualquiera, ocupando el lugar de los corruptos, si tuviese oportunidad, haría lo mismo», lo que recuerda ─apelando a valores─ aquella frase de un libro sagrado «De la abundancia del corazón, habla la lengua». Por fin puede aparecer el argumento más contundente: «Más vale lo malo conocido», proposición ésta que, por su propia esencia, resulta incontrovertible.

Dejando aparte sectarismos, militancias o religiones, muchos bien pensant se debaten en el dilema de Laura, sopesando el frío exterior a la correspondiente organización, el aislamiento a que son sometidos los independientes, la salvaguardia de los propios intereses económicos o profesionales y la fe en entes situados por encima de la fragilidad humana. Al final, ¿se reducirá el debate a la conocida frase de Marx: «La existencia determina la conciencia»? ¿Será esta consideración/proposición la respuesta al dilema de Laura Valle?

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