El think hub de los ingenieros de caminos pone en hora el reloj del agua

Desocupado lector, después de una larga temporada ausente que he pasado reparándome en un «hotel para delicados», vuelvo hoy a ti con humor más negro que mi porvenir. Y ​lo primero que debo hacer es justificar por qué he puesto en el título de arriba «el reloj del agua», en lugar de «el reloj de agua». La explicación es la siguiente: no se trata de poner en hora una clepsidra, sino de poner en hora, ni más ni menos, la política del agua o, al menos, la concepción de la misma.

Porque si hubiese querido yo referirme a un reloj de agua o de mareas, como el que dicen existía en el palacio de Galiana, en Toledo, tendría que contarte la construcción del palacio por el rey taifa al-Ma´mum (siglo XI) y los amores que en él tuvieron lugar entre Alfonso VIII y la bella judía Raquel, suceso que la Crónica General de Alfonso X relata diciendo que «El rey se enamoró locamente de una judía que tenía por nombre Fermosa y olvidó a su esposa», la no menos gentil Leonor de Aquitania. Todo ello bien armado en la novela histórica «La judía de Toledo» del tudesco Fenchtwanger. Pero, no; a nada de eso me quería referir.

Son otras ensoñaciones históricas lo que quería traer a estas líneas, las del llamado Think Hub (así, como suena) del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, ignorándose quién forma parte del citado Hub, pues sus nombres no aparecen por ningún sitio (apostamos que entre ellos estará el inevitable «o César o nada»).

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