El Demonio del mediodía

El sociólogo germano Ulrich Beck venía a decir que no hay alternativas a la sociedad industrial; todo seguirá su curso con alteraciones mínimas. Esto viene a cuento en relación con la COP25: no se quiere escuchar nada que altere la sociedad capitalista actual con el «cuento» del agotamiento de los recursos naturales y la conservación del medio ambiente. La economía política ya ha dictaminado que la única virtud y el único valor posible en nuestro mundo es el aumento constante y sin límite de la riqueza. Y la riqueza se aumenta con el talado de los bosques (amazónicos y los otros); la extracción hasta la última gota del petróleo y gas del subsuelo, con fracking o como sea; ídem con los minerales; construyendo edificios hasta el último metro de nuestras costas y playas; y arreglando y limpiando los productos de la actividad industrial y comercial, como los accidentes de automóvil o la limpieza de ríos, mares y playas. Todo se contabiliza como aumento del PIB, único valor sagrado que resume en cifra lo que se entiende en la ciencia económica ortodoxa como la riqueza de las naciones. Después que hayamos destruido los bienes fondo (y todos los demás) y hayamos esquilmado la heredad, ya la ciencia inventará algo para seguir enriqueciéndonos. En este marco económico, los únicos sinceros son Trump y Bolsonaro; los demás decision makers lo piensan aunque no lo digan.

Aparte de la inútil COP25, la sociedad actual se encuentra inmersa en un profundo problema. Veamos. Para ello recorreremos las esferas conceptuales de nuestra sociedad. Comencemos, pues, por la económica.

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